La AEP recuerda la importancia de la vacunación frente a enfermedades infecciosas prevenibles como las hepatitis A y B
El 28 de julio de cada año se celebra el Día Mundial contra la Hepatitis para concienciar sobre las hepatitis víricas, infecciones que inflaman el hígado y provocan diversas enfermedades graves, entre ellas el carcinoma hepatocelular. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada 30 segundos fallece una persona por síntomas relacionados con las hepatitis víricas, incluso durante la actual crisis causada por la COVID-19.
Con gran diferencia, la causa más frecuente de las hepatitis (inflamación del hígado) en los niños es infecciosa, es decir, provocada por microorganismos –generalmente, virus-. Gran número de estos microbios pueden dar lugar a alteraciones hepáticas transitorias y sin mayor transcendencia, pero los productores más característicos de hepatitis son los llamados virus A, B y el C.
La hepatitis A ha sido durante años la hepatitis más frecuente en niños y adolescentes en España. La transmisión se produce por vía fecal-oral y, cuando produce síntomas -es frecuente pasar la infección sin dar ninguna señal, especialmente en los más pequeños-, provoca ictericia (coloración amarillenta de la piel), deposiciones pálidas, dolor de vientre en la zona del hígado y fiebre. Salvo algunos casos poco comunes, la enfermedad se cura completamente y no deja ninguna secuela.
La hepatitis B es fundamentalmente una enfermedad de transmisión sexual, aunque se puede transmitir de madre a hijo durante el embarazo o el parto y también por contacto sangre-sangre. Los síntomas que produce suelen ser menos evidentes que los de la enfermedad provocada por el virus A, pasando a veces desapercibida. Sin embargo, el virus B tiene tendencia a permanecer dentro del organismo (en el 10% de los casos), pudiendo ocasionar alteraciones del hígado persistentes (hepatitis crónica) y favoreciendo la aparición de cáncer de hígado. En los niños contagiados perinatalmente, la tendencia a la infección crónica es especialmente alta.
La hepatitis C, por su parte, se transmite principalmente por contacto sangre-sangre y raramente por vía sexual o por transmisión de madre al feto. No obstante, en la mayor parte de los casos de niños y adolescentes con hepatitis C no se puede identificar cuál ha sido la forma de contagio. Este tipo de hepatitis vírica se suele hacer crónica (en el 50% de los casos), con brotes o reactivaciones sucesivas.
Otras menos habituales, especialmente en los niños, son la hepatitis D (o delta), de transmisión sanguínea y que sólo afecta a los que ya sufren una hepatitis por virus B, agravando su evolución, y la hepatitis E, que se contagia como la provocada por el virus A (vía fecal-oral) y que no suele cronificarse.
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